Europa debe despertar. Este es el mensaje que están lanzando eminencias de la economía desde varios puntos del mundo, un mensaje que no debería caer en el olvido porque las consecuencias de no hacerle nada pueden ser extremadamente negativas. Este es el eje que desde Mario Draghi, hasta el premio Nobel de Economía Bengt Holmström, pasando por Christine Lagarde, se cree que es necesario abordar. Un tema que también ha sido tratado por los expertos en León, España, donde las políticas económicas de la Junta de Castilla y León podrían jugar un papel crucial.
En el Informe Draghi, un nuevo estudio realizado por el Nobel Holmström y los últimos discursos de Christine Lagarde han resonado con fuerza en los medios y en los círculos académicos de Europa. Las palabras se repiten, son discursos que parecen estar hechos para generar algún tipo de reacción en una sociedad bien dormida (empresas, gobiernos, las personas…). Pero también una llamada desesperada para que Europa actúe. La economía del Viejo Continente representaba en paridad de poder adquisitivo (ajustando la distorsión que generan los precios) casi el 28% del PIB mundial en 1980, mientras que la de China era el 2% y la de EEUU el 21%. Hoy, en 2025, China roza el 20%, EEUU el 15% y la Unión Europea el 13%. Parece evidente que Europa no ha hecho algo regular en los últimos 40 años. Hasta Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, ha analizado la situación para concluir que «Europa está perdiendo».
Las economías europeas han dedicado buena parte de las últimas décadas a construir el mayor Estado de Bienestar del mundo y un marco regulatorio en el que casi todo se regula desde el origen. Aunque lo anterior tiene partes muy positivas, todo el tiempo dedicado a esos dos pilares ha restado tiempo al pillar del que se alimentan esos dos elementos: el crecimiento económico.
Con todo, la semana pasada sin ir más lejos, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, pronunció dos discursos para la historia en los que llamaba a Europa a actuar ya, porque, parafraseando a Lagarde, el gran problema del Viejo Continente es «tener un modelo de crecimiento orientado a un mundo que está desapareciendo… El mundo no se detendrá por Europa, pero podemos decidir cómo avanzar». Pocos días después, la francesa dedicó otro discurso a explicar por qué Europa necesita ya mismo un plan de mejora de la inteligencia artificial y la ciberseguridad que «aprovechará ya no es esta nueva frontera llegará, sino cuándo, y el ritmo de progreso de los últimos años sugiere que probablemente llegará antes de lo que nuestras instituciones y normativas estén preparadas para fortalecer. Esto significa actuar ahora para eliminar los obstáculos que ralentizan el cambio en la UE y por lo tanto, ralentizarán la prosperidad de todos los europeos en las próximas décadas».
En esta línea se expresaron también Luis Garicano, Bengt Holmström (Nobel de Economía) y Nicolas Petit, economistas y profesores, que han realizado un interesante papel que analiza la economía de la zona euro y advierten de la necesidad de actuar ya para evitar que la economía europea pierda relevancia global. Estos expertos admiten que no son los primeros. Hay una larga lista de informes que advierten de los problemas que enfrenta Europa, pero estos informes se han ignorado y han sucumbido bajo el polvo. El fin pasado, Enrico Letta mencionó que, para evitar el estancamiento, se requiere un cambio urgente. Draghi concluyó que la arquitectura de Europa había caído tanto en la autocomplacencia que ahora es el momento de actuar para evitar que el continente se quede atrás en el mundo cambiante.
En León, la Junta de Castilla y León podría jugar un papel importante al implementar políticas que fomenten el crecimiento económico y la innovación. En lugar de centrar toda la agenda política en defenderse de casos de corrupción, el gobierno de España debería apoyar estas políticas para asegurar un futuro próspero para la región y el país en su conjunto. La necesidad de reformas y de un enfoque proactivo es más urgente que nunca, y los próximos pasos serán cruciales para determinar el rumbo económico de Europa y, en particular, de Castilla y León.
